domingo, 21 de octubre de 2007

Sin imágenes

Yammi Huang había salido temprano de Dalian como le había dicho a su mujer, por motivos de negocios, y ya volvía por la autopista desde Dan dong, en la provincia de Liao ning, China, en la frontera con Corea del Norte, hacia casa. Huang se consideraba a si mismo un honrado hombre de negocios que se había echo a sí mismo, tenia una tienda de coches de segunda mano y se jactaba de vender los mejores y más baratos coches del norte de china. Su padre fue chatarrero y su abuelo también, ellos habían vivido la revolución cultural pero se estaban perdiendo el comienzo de una nueva época de esplendor de China. Huang nunca comprendió que su padre se conformara con la chatarrería, se levantaba cada mañana a las 5:00, dos horas antes de que empezara a funcionar la fundición de hierro, para recoger de la ladera de la montaña donde se alzaba la fundición las virutas de acero que desperdiciaban, ya estarían frías. Mas tarde su padre las fundiría en su taller para intentarlas vender como chatarra. Para Huang no era ni siquiera una chatarrería, acusaba a su padre de mendigar los rastrojos del gobierno. Huang no tuvo elección y empezó a ayudar a su padre a vender la chatarra, como el decía, no había trabajo para un hombre sin estudios como el. Su padre le obligó desde los 6 años a acompañarle a recoger restos de la colada de la fundición, decía que el ya era viejo y sus pulmones consumidos por los vapores de la fundición donde trabajo de crío, no le permitían escalar hasta donde estaban los trozos más grandes, sólo los pequeños rodaban por la ladera y eran accesibles, los más grandes se quedaban parados en la parte más alta y no se podían bajar rodando por que a esas horas en la ladera había más de 200 personas recogiendo la escoria, así que hacía falta mucha fuerza para trepar entre la nieve y cuidado para bajarlas sin dañar a nadie, su padre quería que Huang fuera el mejor en esto. Pero Huang tenía otros planes, el quería ser rico y famoso, sobre todo famoso. En el escaparate de una tienda de electrónica de camino a la ladera veía la televisión, no podía oírla pero se imaginaba lo que decían de las personas que salían en ella, le producían tanta admiración que su padre tenía que tirar de el para que fuera a la ladera a recoger escoria. A los 12 años ya trapicheaba con recambios para coches, algunos se los vendían sus amigos del barrio y otros, los encontraba el en algún coche con dueño despistado. Así se hizo un nombre entre los recambios de estraperlo. A los 18 años pudo comprar su primer coche y venderlo rápidamente por algunos Yuanes de diferencia, entonces ya tenia un pequeño almacén de repuestos en la chatarrería de su padre y varios jóvenes del barrio que recogían para el las escorias que luego su padre fundiría. Cuando su padre murió por insuficiencia respiratoria, no le dio mayor importancia, lo único que su madre ya no tenía tanto trabajo y había más comida y más espacio en casa. El se hizo cargo del negocio y pronto dejo lo de las escorias para dedicarse a los repuestos y los coches. Al principio compraba coches que no funcionaban y los arreglaba con sus propios repuestos o se los pedía a sus ayudantes que siempre eran capaces de encontrar lo que el necesitaba, pobres de ellos sino lo encontraban rápido. Una vez en funcionamiento los vendía con buenas ganancias, ahora todo el mundo en China quería tener un coche, la bicicleta era para los pobres. En Dan dong había echo un gran negocio con supuestos oficiales del ejercito norcoreano, les iba a proveer de coches usados y de repuestos, más de 100 coches al mes, era la oportunidad que el estaba esperando. Paró en Zhuang he, le habían dicho que allí vivía la mejor adivinadora de China, su bisabuela trabajó para el último emperador chino y le previno desde su nacimiento de lo que le esperaba, la humillación y el exilio. La adivinadora usaba las hojas del te para conocer el futuro de quien lo bebía. Según entro en la estancia, la buja Yang como la conocían el pueblo, le estaba esperando sentada delante de una mesa con el juego tradicional de te. Sin mediar palabra le puso un pequeño cuenco para el te delante de su silla y comenzó el ritual. Vertió agua hirviendo sobre el cuenco de Huang, luego vacío esa agua en un cubo que tenía a sus pies, empezó a echar agua por encima de la tetera mojándola entera, como para purificar los utensilios, siguió arrojando agua dentro de la tetera hasta que estuvo llena. Dejó el agua hirviendo y cogió la tetera echo un poco del te en el cuenco de Huang y volvió a vaciarlo en el cubo, echo el resto de al cubo y volvió a llenar la tetera de aguan hirviendo, esta vez si, esta vez te la bebes, le dijo sin cambiar el rostro. El agua hervía pero Huang estaba acostumbrado, es más sólo le gustaba el té hirviendo. Cuando se lo acabo la bruja Yang le volvió a llenar la el cuenco, así una y otra vez hasta que se acabó el te y volvió a rellenar la tetera con agua caliente. Esta es la última y la mejor, le dijo. Cuando se acabó el té Yang derramó las hojas sobre la mesa y empezó a escudriñarlas, con unos palillos movía las hojas humeantes y buscaba inspiración en ellas, al cabo de un rato le dijo. Muy bien señor Huang su futuro es prometedor, le veo como ejemplo de la sociedad, de la mano del gobierno, todo el mundo se fijará en usted y será muy famoso, durante largo tiempo no se dejará de hablar de Yammi Huang incluso le harán un monumento junto con su coche. Huang salió de la casa viendo el monumento en su cabeza junto a un flamante mercedes, era lo que el siempre había soñado. Tomó la autopista a toda velocidad, estaba eufórico tenía que contárselo a su mujer y celebrarlo por todo lo alto, pero sólo le diría parte de la verdad del negocio con los oficiales norcoreanos, si se enteraba de todo se enfadaría. Busco el teléfono en su cartera y se le cayó al suelo, se agachó a cogerlo y no se percató de la señal que advertía, hasta en inglés “Blackspot”, punto negro. Cuando levantó la cabeza se dio cuenta de que se acercaba a toda velocidad a un camión cargado con un contenedor de 40 pies y circulaba 50 Km. por hora y el iba por lo menos a 160 Km por hora. Pegó un golpe de volante hacia la izquierda para esquivarlo, siempre se había considerado un gran piloto, pero no recordó que su mecánico no había cambiado las ruedas y estaban bastante desgastadas. Chocó contra el guardarrail de la izquierda y rebotó contra el camión, volvió a golpear el guardarrail otra vez y el coche empezó a dar vueltas de campana, una dos tres cuatro y hasta seis vueltas. Huang se había quitado el cinturón de seguridad para coger el teléfono cuando se le cayó y estaba dando vueltas dentro del coche, no se podía creer lo que estaba pasando hasta que se apagó la luz.

La creciente preocupación del gobierno Chino por la cantidad de accidentes de tráfico en las carreteras nacionales y autopistas le ha llevado a tomar determinaciones drásticas. Cuando un accidente espectacular ocurre exhiben el coche y las fotos del accidente y de los muertos o heridos a la entrada de la autopista para amedrentar a los pilotos. Hoy puedes encontrar en la entrada de la autopista de Dalian hacia Corea del Norte el coche de Huang subido sobre una grúa, totalmente destrozado, y sendos carteles uno para cada dirección con las fotos del accidente, el camión, los guardarrailes, el cuerpo de huang, como un muñeco destrozado por un niño furioso y otra más impactante de la cabeza de Huang llena de sangre, bueno de lo que quedaba de el.

2 comentarios:

Viky dijo...

Esta frase: "el cuerpo de huang, como un muñeco destrozado por un niño furioso", es de escritor. Felicidades.

carmen dijo...

¡Qué fuerte! ¡Me ha encantado! ¡Tenemos escritor! ¡Bravo!