sábado, 15 de diciembre de 2007

Visita a fabrica I

Eran las 9:00 de la mañana cuando llegaron a la fábrica en Cixi, a una hora en coche del centro de Ningbo en la provincia China de Zhejiang. La verja se abrió en respuesta a los pitidos del conductor de la furgoneta dando paso a un patio central que hacía las veces de parking, carga y descarga, tendedero de ropa, zona de juegos…, en frente y a la derecha los edificios de la fábrica y sala de montaje, a la izquierda el edificio de la oficinas y el almacén en la parte de abajo. El propietario de la empresa esperaba ya en la puerta de entrada de las oficinas y saludó a Tito con una mano que identificó como calurosa y emocionada, normalmente los chinos y sobre todo los de puestos de influencia saludan con la mano de la bella dama, como muerta, pensó Tito.- Ni hao ma? - Wo hen hao se saludaron y se sonrieron, con amabilidad le indicó el camino hacia arriba. Le acompañaba Wang Yin la eficiente directora de su oficina china y Simon el responsable de Compras, llevaban trabajando juntos más de 5 años.
Arriba pasaron a una sala de reuniones Tito entró el primero, analizó la disposición de la mesa, las sillas, las luz, las puertas, ventanas y busco el mejor sitio, quería tener perspectiva, dejó sus cosas en la silla elegida y salió a ver el Show room que estaba a la entrada de la sala de reuniones. Había bastante producto, revisó, se acercó a los productos más similares a los que buscaba, los cogió con cuidado y los miró y re-miró un buen rato cada uno, prestando atención al material las soldaduras, el acabado, el peso, los agujeros, las rebabas… Sobre todo quería saber la capacidad de esta fábrica de hacer el producto que necesitaba para su cliente, así que una vez vistas las muestras necesitaba ver el taller y la sala de montaje. Le comentó a Yin la posibilidad de ver la fábrica y seguido de las palabras en chino de Yin el propietario extendía la mano indicando el camino hacia abajo, atravesaron el patio principal y entraron en el pabellón más grande, el de fabricación.
Había bastantes máquinas, más que trabajadores, prensas, plegadoras de tubo, máquinas de soldar por puntos, inyectoras de plástico y de espuma, al fondo había un pequeño taller de mantenimiento, ordenado y limpio. Alrededor del jefe se iban acercando personas mientras que el llamaba la atención de Simon sobre una máquina, nueva y sin acabar de instalar, gesticulaba con las manos y apretaba los puños con los brazos flexionados sobre el pecho y los empujaba hacia arriba, con ilusión y hablaba alto, muy alto el ruido de las máquinas no cesaba, plom plom, plas, plom plom, plas, plom… Simon miró a Tito con gesto de acercamiento y Tito se acercó al mismo tiempo que Wang yin, Simon explicó a Yin y esta le tradujo a Tito, dicen que está es una maquina nueva y que esperan aumentar la producción en más de 10 Ton al mes, para poder absorber nuestros pedido. Tito sonrió y continuo con la visita, quería verlo todo, se fijaba en el orden, la limpieza, la disposición de las máquinas, la habilidad de los operarios, las piezas que fabricaban y por supuesto en el estado de las máquinas y su potencia. Luego pasaron a la sala de montaje de las estructuras, allí ajustaban a 90º las piezas soldadas, un operario colocaba las piezas sobre el suelo de una en una paralelas, las cogía con la mano les ponía el nivel cuidadosamente y luego las equilibraba en el suelo.
En la siguiente estancia juntaban las estructuras, con las espumas y el tejido, aquí casi todos los operarios eran mujeres, jóvenes, se movían con rapidez y precisión, ajustaban las espumas a la estructura, y colocaban la tela cortada sobre la espuma ajustándola perfectamente y pegándola con tiras adhesivas. Comprobaban la ausencia de pliegues, el estiramiento y una vez terminado se lo pasaban a sus compañeras de atrás, con un simple gesto. Las compañeras grapaban estratégicamente los costados, recortaban las sobras de tela y aseguraban un buen acabado. Había más mujeres en la estancia, las que cortaban los patrones de la tela, las que cosían los dobladillos, las que ponían tiras adhesivas, las que recortaban las sobras de las espumas, todo un equipo que funcionaba como un reloj, debido al tamaña de las piezas, no podían acumular muchas piezas en cada puesto así que tenían que trabajar con el resultado de sus compañeras anteriores y mantener un ritmo similar para no acumular piezas o que algún grupo se parara. El ritmo era continuado, sin forzar pero dinámico. Al final del proceso dos chicos ayudaban en el empaquetado, etiquetado y colocación de las cajas para su expedición.